Hubo un tiempo en el que creí que todo giraba en torno al consumo diferido. Que el
futuro estaba en ver las cosas cuando quisiéramos, no cuando alguien nos lo impusiera. Y
en parte, sigue siendo cierto. Pero hoy, hay que matizar esa idea.
Porque cada vez veo más personas (yo incluida) dejando lo que están haciendo para ver
algo en directo, aunque no sea por la televisión. Aunque no sea un contenido
“tradicional”.
Y no es porque nos hayamos vuelto locos ni porque queramos volver a los horarios fijos.
Es porque queremos vivir el momento con otros.
Ya no es solo entretenimiento: es pertenencia
Pienso en eventos que han paralizado literalmente internet. Una retransmisión de Ibai.
Una alfombra roja vista por TikTok. Una charla en directo de alguien que seguimos por
puro gusto. No nos conectamos porque no tengamos otra cosa que hacer. Lo hacemos
porque queremos formar parte del mismo instante que miles (o millones) de personas
más.
Es la sensación de que algo está pasando ahora, y si no lo ves en ese momento, te lo
pierdes. Así de sencillo.
No es solo lo que ves, es cómo lo compartes
Ese “ahora o nunca” tiene un efecto mágico. Nos empuja a comentar, a participar, a formar
parte. Y eso transforma el contenido. Deja de ser una pieza cerrada y se convierte en una
experiencia viva, compartida.
Y como profesional de medios, eso me parece brutalmente interesante.
Porque lo que cambia no es solo el formato, sino la lógica de consumo: ya no se trata solo
de captar atención. Se trata de generar presencia, comunidad y emoción en tiempo real.
El directo ya no es propiedad de las cadenas
Esto es lo más revolucionario del asunto: el directo ha dejado de ser propiedad de la tele.
Hoy lo hace un streamer desde su cuarto, una marca desde su Instagram, una persona
desde su móvil. El directo se ha descentralizado. Se ha humanizado. Se ha hecho más
cercano.
Y sí, el diferido sigue siendo útil, práctico, necesario. Pero no lo explica todo.
¿Y ahora qué?
Ahora toca entender qué queremos provocar con cada formato. No se trata de elegir
entre uno u otro, sino de pensar en cómo conectar mejor según el contexto.
Quizá a veces la respuesta no sea grabar algo perfecto, sino emitir algo real. O invitar a
participar. O simplemente dejar que la audiencia sienta que está dentro.
Y como marcas, como creadores, como profesionales, ahí tenemos una oportunidad.
Porque el directo, bien hecho, no interrumpe: involucra.
Sigo creyendo en el contenido bajo demanda, claro. Pero cada vez valoro más el poder de
estar en el momento con otros. El directo sigue muy vivo. Solo que ahora es más nuestro,
más flexible, más emocional.
Y eso, para mí, cambia todo.
¿Y las marcas? No es mirar, es participar
Las marcas ya no pueden quedarse en la grada observando cómo evoluciona este
fenómeno del directo. Tienen que entrar al ring. Porque ahí, en ese momento
compartido, en esa conversación viva, es donde se están construyendo hoy las
percepciones, los vínculos y las decisiones de compra.
Pero entrar no significa interrumpir: significa aportar valor real al momento. Ya sea
generando contenido propio en directo, colaborando con creadores que entienden a sus
audiencias, o facilitando experiencias que se vivan "aquí y ahora".
En este nuevo ecosistema, las marcas que entienden el ritmo de la conversación son las
que logran conectar de verdad. Y no por ser las más ruidosas, sino por saber cuándo,
cómo y por qué estar presentes.
El directo no solo es para influencers o gamers. Es una herramienta estratégica para
marcas que quieren ser parte activa de la cultura.
¿Te gustaría aplicar esto a tus campañas o marcas? El directo puede ser un formato tan
poderoso como accesible, si se diseña con intención. Si te apetece explorar ideas, aquí me
tienes.